Ventajas y
desventajas. El control biológico posee
muchas ventajas (Summy y Frech 1988),
como:
·
Poco o ningún efecto nocivo
colateral
·
Casos raros de Resistencia
·
Control de largo plazo
·
Elimina por completo o
sustancialmente el uso de insecticidas
·
Relación beneficio/costo muy favorable
·
Evita plagas secundarias
·
No provoca intoxicaciones
·
Se puede usar como parte del Manejo Integrado
de Plagas (MIP).
Entre las desventajas se tienen:
·
Ignorancia sobre los principios del
método
·
Reducido
apoyo
económico
·
Escaso personal especializado
·
Poca disponibilidad
·
Problemas de uso con umbrales económicos bajos
·
Dificultad para aplicarlo
en complejos de plagas
· Los agentes
de control biológico
son susceptibles a los plaguicidas
·
Los enemigos naturales se incrementan
con retraso en comparación
a las plagas que atacan, por lo cual, no proveen la supresión
inmediata que se obtiene con los insecticidas; y
·
Los resultados del control
biológico no son tan espectaculares en el corto plazo como los insecticidas y por lo mismo, el agricultor tiene temor de perder su cosecha.
Éxitos y fracasos.
El éxito en control biológico es difícil de medir.
Desde el punto de vista ecológico, alguna clase de éxito se presenta
cuando una especie introducida se establece por sí misma, en tanto que desde el punto de vista del
control de la plaga, la única forma de medir el éxito es la económica (Hokkanen 1985). El éxito en control biológico se clasifica de tres formas (DeBach
1968):
1.
Éxito completo es
cuando el control biológico se obtiene y mantiene
contra una plaga importante sobre
una área extensa, a tal grado que la aplicación
de insecticidas se vuelve rara;
2.
éxito sustancial
es cuando las ganancias son menos considerables, ya que la plaga controlada o el cultivo, son menos importantes.
Esta situación se presenta
también porque el área cultivada es pequeña o porque
ocasionalmente se requiere del uso de insecticidas;
3.
Éxito parcial es cuando el control
químico permanece como necesario, pero se reduce el número de aplicaciones; también se aplica a casos donde el éxito se obtiene en una pequeña
porción del área infestada con la plaga.
Hasta 1970 se habían producido
al menos 253 éxitos con la importación
de enemigos naturales; de un total de 223 plagas, en 120 se había obtenido algún grado de control: 42 casos de éxito completo, 48 de éxito sustancial y 30 con
éxito parcial. De estos datos se desprende que el éxito para controlar a una plaga con control biológico
fue 54% (DeBach 1977). De acuerdo
con otro reporte
(Laing y Hamai 1976), el control biológico
clásico de insectos
plaga
había
ocurrido en 327 casos; de éstos, 102 habían tenido éxito completo, 144
éxito sustancial y 81 éxito parcial.
En otro reporte, el porcentaje de éxitos sustanciales de control
biológico de insectos plaga fue de 40%, en tanto que para malezas este porcentaje fue de 31% (Waage y Greathead 1988).
Estos datos indican
que elcontrol biológico no es la panacea del control de las plagas y que los éxitos obtenidos no son más que la punta del iceberg del trabajo que se ha hecho en el campo. Sin embargo, en las últimas décadas se aprecia un incremento en el
número de éxitos completos, lo cual es un reflejo del progreso
en el conocimiento de los procesos ecológicos
y de una sólida experiencia empírica. Se puede decir que
la disciplina está madurando (Hokkanen 1985).
Beneficio/costo.
En términos económicos, los beneficios del control
biológico han sido espectaculares, por ejemplo se ha calculado
un retorno aproximado por cada dólar invertido
de 30 a 1, mientras
que para el control
químico la relación ha sido de 5 a 1 (DeBach 1977, Hokkanen
1985). Datos proporcionados por Greathead y Waage (1983) indican que en California, en el periodo comprendido
de 1923 a 1959, se ahorraron
$115.3 millones
de dólares en cinco proyectos para
el control de cinco plagas con un gasto de $4.3 millones, es decir, por cada dólar invertido
se ganaron 26.8. En Australia, los beneficios totales
obtenidos en el control de cuatro plagas fueron de $392 millones de dólares mientras que los costos de
la investigación alcanzaron $13.6 millones con
una relación de 28.8 por 1. Algunos proyectos del
International Institute of
Biological Control (Inglaterra) muestran ganancias de hasta $346.5 dólares
por cada dólar invertido.
El riesgo. Frecuentemente se
declara que la introducción de agentes de control
biológico es ambientalmente
segura y sin riesgos. Sin embargo, existen
evidencias que indican que esta aseveración
no es
del todo cierta. Aunque este tema no es nuevo, los debates sobre los riesgos
del control biológico continúan con mayor
intensidad (Howarth 1983, 1991, Simberloff
y Stiling 1996, Louda et al. 2003). En un esfuerzo
por analizar el impacto del
control biológico sobre organismos no blanco en Hawaii, Funasaki
et al. (1988) mencionan que en casi 100 años (1890-1985)
se habían logrado establecer 243 especies de 679 introducidas para el control de insectos, malezas y otros organismos.
De éstas, el 8.2% (20 casos) han atacado especies
nativas hacia las cuales
no iba dirigido el control,
incluso el 7% (17 casos) atacaron organismos
benéficos. De acuerdo con estos
autores,
la
mayoría de los “errores” se cometieron por la carencia de planificación
y pobre evaluación de los enemigos naturales antes de su introducción. En otras partes
del mundo han ocurrido errores funestos, ya que ciertas introducciones se han visto implicadas en la extinción
de especies. Un caso que ejemplifica este problema es la extinción de la palomilla del cocotero, Levuana iridescens
Bethune-Baker,
por la introducción en 1925 del taquínido Bessa remota
(Aldrich) en Fiji (Kuris 2003).
Actualmente se reconoce que algún
grado de riesgo acompaña a los
programas de control biológico como en cualquier
otra estrategia de control.
Por lo tanto, a fin de reducir el riesgo inherente a las introducciones de enemigos
naturales, se deben seguir procedimientos científicamente
probados (Funasaki et al. 1988, Howarth 1991). Un claro ejemplo de proceder correctamente se ha dado
en Hawaii, donde en los últimos 21 años ninguna especie aprobada para su introducción y liberación se ha registrado que ataque especies nativas u otras especies no blanco (Funasaki et al. 1988). En otros casos,
los problemas se presentan cuando el estatus
de un organismo benéfico cambia hacia el estatus de plaga.
Un ejemplo reciente es el de la palomilla del nopal, Cactoblastis cactorum
Berg, que fuera introducida a Australia en
1925 para el control de cactus (Opuntia spp.) considerados malas hierbas por invadir más de 30 millones de hectáreas. La palomilla había tenido
tanto éxito en el control
de los nopales para 1930 que en la
literatura se le considera como un magnífico ejemplo de control biológico
de malezas (Holloway 1968). Posteriormente, en 1957-1960, C. cactorum fue introducida con el mismo propósito a varias islas de El Caribe y ocurrió una
dispersión natural (o inducida
accidentalmente) hacia la mayoría de las islas de la
región. En 1989 la palomilla fue detectada en Florida,
E.U.A. y con su rápida dispersión hacia el norte, preocupa seriamente su posible impacto sobre los cactus de esa región, así como sobre aquellos
que son nativos del resto del continente Americano (Johnson y Stiling 1998). En agosto de 2006 la palomilla del nopal se detectó en Isla Mujeres,
Quintana Roo, México (Zimmermann y Pérez
Sandi 2006) y en enero
de
2007
se
reportó el primer
caso
positivo en México
continental, cerca de Cancún, Q. Roo.